Cómo conservar la marihuana durante mucho tiempo

Usualmente, tras un cuidadoso secado y un largo curado realizado con todo el cariño del mundo, pasamos a almacenar nuestro cannabis de la mejor forma que podemos, que suele ser en cajas de madera o botes de cristal con tapa hermética. También existen otros tipos de almacenaje, como botes de cartón parafinado estilo “americano” o tarros con tapa a presión. Todos ellos fallan para el almacenaje a largo plazo.

Muy buenas de nuevo… Las cosechas terminaron, y aquellos que cultivan en exterior para todo el año se encontrarán con el problema de siempre: “¿Cómo conservo mejor todo esto?, ¿Congelo, la meto en botes?” En fin, pues aquí vamos otra vez, en este caso con unas ideas súper económicas para la conservación a largo plazo que hará las delicias de aquellos cannabicultores que por suerte, al poder plantar en exterior o invernadero, obtienen cosechas monstruosas, susceptibles de durar más de un año.

Como decíamos en la introducción, existen multitud de medios de almacenaje aparentemente válidos, pero cuando la cosecha dura más de unos meses, en muchos casos la sorpresa desagradable suele venir al abrir los últimos botes o cajas, pues esperamos el “summum” de aromas y sabores, además de una potencia psicoactiva “inimaginable” capaz de tumbar al más experimentado fumador, y sin embargo nos encontramos con un material de sabor y olor más o menos neutro, tendente a desagradable, mientras que el colocón que proporciona suele ser más bien “pesadote” además de corto, necesitando fumar todo el rato para sentirse “colocado”. La desilusión nos llena mientras nos preguntamos qué ha podido fallar, cuando hace sólo unos meses esos mismos cogollos se hallaban en su máximo esplendor de aromas y psicoactividad.

Dejando aparte otros factores como la exposición a la luz o a altas o muy bajas temperaturas, y partiendo de la base de que el secado y el curado se han realizado de acuerdo con las normas básicas para estos menesteres, sólo queda un factor que haya podido producir esa lenta pero segura degeneración: la oxidación continua por presencia de oxígeno.

El Almacenaje

En el proceso de curado, llega un punto en el cual el material está en el punto ideal tanto a nivel organoléptico como de colocón. Es ahí donde acaba el curado, siendo nuestro objetivo a partir de ese momento mantener la hierba en un estado de “suspensión” por decirlo de alguna manera, de forma que mantenga esas características el mayor tiempo posible sin cambios apreciables.

Para conseguirlo, deberíamos desalojar la mayor cantidad de oxígeno posible del recipiente de almacenamiento, siendo los botes de cristal con tapa hermética de rosca los ideales para este menester. Una primera medida sería aprovechar al máximo el espacio disponible en el bote, colocando los cogollos de forma que quede el menor espacio posible entre ellos, pues estos huecos contienen aire y por ende, oxígeno. Debemos apretar los cogollos lo justo para que rellenen bien el bote pero sin forzarlos ya que perderíamos resina (tricomas), aunque siempre queda en el bote, o podríamos partirlos estropeando su presencia si van a ser presentados a algún concurso o copa cannábica.

Una vez lleno el bote, normalmente pasamos a cerrarlo sin más para después almacenarlo en algún lugar oscuro, fresco y seco. El poco oxígeno contenido se consumirá al poco tiempo produciendo las últimas reacciones químicas en la hierba y dejando ésta en un estado bastante estático. Lo que sucede es que nadie o casi nadie es capaz de dejar los botes tranquilos hasta la hora de consumir lo que se encuentra en su interior, abriéndolos a veces para catar un cogollo o simplemente para olerlos o enseñárselos a algún amigo. En ese momento vuelve a entrar aire con su carga oxidativa de oxígeno, degenerando sobre todo los agentes aromáticos y con el tiempo también los psicoactivos. También se da el caso de que las tapas de los botes no cierran o ajustan perfectamente, con lo que se produce un pequeño pero continuo intercambio gaseoso de consecuencias poco agradables con el paso del tiempo.

Por supuesto, lo ideal sería desalojar del bote todo lo que no sea “material fumable”, y se puede conseguir a base de introducir algún gas inerte como el argón o el dióxido de carbono. Este último se puede conseguir de forma relativamente fácil en forma de bombonas de relleno para chalecos salvavidas o para pistolas de gas. El inconveniente de su uso, así como el de otros gases inertes, si no se dispone del material adecuado es su manejabilidad, pues llenar el bote deCo2 desde las bombonas y después cerrarlo puede llegar a convertirse en un verdadero ejercicio de malabarismo. Por supuesto, ni vamos a hablar del coste económico que puede representar.

El Vacío

Una solución alternativa y muy eficiente son los recipientes al vacío, ya sean bolsas o botes, pues sacan prácticamente todo el aire del interior del recipiente y disponen de sistemas de cierre seguros que garantizan la vacuidad durante largos periodos de tiempo, siendo más eficientes los botes, pues las bolsas tienden a aplastar el material al realizarse el vacío. Por desgracia, los sistemas comerciales a la venta no

son muy asequibles para el cultivador medio, pues suelen superar los 300 euros, además de utilizar recipientes exclusivos, con lo que el gasto se incrementa al tener que estar adquiriendo estos de forma más o menos continuada.

Es por ello por lo que vamos a explicar un sistema para conservar relativamente sencillo y barato y que nos permitirá tener un sistema casero de vacío que si se realiza correctamente puede ser tan eficiente como los comerciales. Así, vamos a explicar los dos sistemas, bolsa y bote de cristal. Ambos son económicos aunque el primero precisa de una pequeña inversión y utilizan el mismo principio básico: una válvula antirretorno.

Este tipo de válvulas se pueden encontrar en diversos formatos, ya sea de una, dos, tres vías o más. Para nuestros fines utilizaremos las de una vía para bolsas y las de tres vías para botes, aunque se puede usar también las de una. Una válvula antirretorno es como su nombre indica, un dispositivo que sólo permite el paso de fluidos o gases en una sola dirección, lo que nos permitirá asegurar que no volverá a entrar aire una vez lo hayamos sacado.

La Bolsa con Válvula

Para el sistema de bolsas lo más sencillo es utilizar bolsas de sonda de orina que se encuentran en todas las farmacias. Vienen con su cánula y su válvula antirretorno ya selladas y su coste es de unos 5 euros / 15 bolsas, dependiendo de la farmacia. Para este sistema, deberemos adquirir también una termoselladora, disponibles en tiendas de electrodomésticos, grandes superficies y comercios de suministros para hostelería. Su precio puede oscilar alrededor de los 100 euros, pero hemos de tener en cuenta que la amortizaremos rápidamente con el ahorro que tendremos en la adquisición de bolsas y bolsitas, pues las fabricaremos nosotros mismos.

Volviendo al tema que nos ocupa, el sistema es extremadamente sencillo: cogemos la bolsa y realizamos un corte en su parte inferior por donde introduciremos el material curado o cualquier otra cosa a conservar, teniendo en cuenta que no debemos llenar más de dos terceras partes de la bolsa para que quede plástico suficiente y no se aplasten los cogollos. A continuación sellaremos el corte con la termoselladora. En este punto tenemos el material conservado herméticamente, pues la cánula de la bolsa trae un tapón que impide la circulación de gases. Ahora procederemos a la extracción del aire. Hemos de tener en cuenta que el funcionamiento de la válvula de estas sondas es por equilibrio de presión de una forma parecida a las válvulas de los colchones hinchables, por lo que deberemos presionar con firmeza la punta de la cánula que se encuentra dentro de la bolsa al tiempo que aspiramos por la otra punta (se recomienda una jeringuilla grande). De esta forma vamos extrayendo el aire poco a poco, mientras observamos como la bolsa se va aplastando. Una vez alcanzado el punto óptimo, pondremos el tapón a la cánula y pasaremos a almacenar la bolsa.

Para el segundo sistema, hemos de utilizar botes cuya tapa sea de “rosca real” y no los típicos cuya tapa sólo tiene unos “dientes” que engarzan en el cristal con no más de media vuelta. Si las tapas roscan al menos tres vueltas, garantizamos un hermetismo lo suficientemente alto como para conservar nuestra cosecha dos años o más.

Las válvulas de tres vías tienen forma de “Y” griega, y sólo permiten la circulación en un sentido. También se encuentran en farmacias, y suelen ser utilizadas en goteros y para coger vías con catéter.

Haremos un agujero de un diámetro similar al grosor del extremo vertical de la válvula, introduciremos ésta y sellaremos por fuera con silicona o cualquier otro producto adhesivo muy resistente.

Ya tenemos la tapa con “válvula de vacío”. Ahora sólo queda llenar el bote, enroscar bien la tapa y aspirar el aire a través de la parte superior de la válvula que lo permite hasta que no podamos tirar del émbolo de la jeringuilla, señal de que no queda aire. A continuación, cerramos el otro extremo con el dispositivo de que dispone la válvula a tal efecto.

Conclusión.

Como veis, con este truko se dispone de un sistema de conservación al vacío semiprofesional y reutilizable, ya que podéis abrir los botes o bolsas y después volver a extraer el aire. El sistema se puede utilizar, por supuesto, para la conservación de cualquier tipo de sustancia orgánica sólida o líquida susceptible de entrar en procesos degenerativos por la acción de oxígeno contenido en el aire.

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